martes, 17 de mayo de 2011



    AMANECER

En la honda noche universal

que apenas contradicen los faroles

una racha perdida

ha ofendido las calles taciturnas

como presentimiento tembloroso

del amanecer horrible que ronda

los arrabales desmantelados del mundo.

Curioso de la sombra

y acobardado por la amenaza del alba

reviví la tremenda conjetura

de Schopenhauer y de Berkeley

que declara que el mundo

es una actividad de la mente,

un sueño de las almas,


sin base ni propósito ni volumen.

Y ya que la ideas

no son eternas como el mármol

sino inmortales como un bosque o un río,

la doctrina anterior

asumió otra forma en el alba

y la superstición de esa hora

cuando la luz como una enredadera

va a implicar las paredes de la sombra,

doblegó mi razón

y trazó el capricho siguiente:

Si  están ajenas de sustancia las cosas

y si esta numerosa Buenos Aires

no es más que un sueño

que erigen en compartida magia las almas,

hay un instante

en que peligra desaforadamente su ser

y es el instante estremecido del alba,

cuando son pocos los que sueñan el mundo

y sólo algunos trasnochadores conservan,

cenicienta y apenas bosquejada,

la imagen de las calles

que definirán después con los otros.

¡Hora en que el sueño pertinaz de la vida

corre peligro de quebranto,

hora en que le será fácil a Dios

matar del todo Su obra!

Pero de nuevo el mundo se ha salvado,

La luz discurre inventado sucios colores

y con algún remordimiento

de mi complicidad en el resurgimiento del día

solicito mi casa,

atónita y glacial en la luz blanca,

mientras un pájaro detiene el silencio

y la noche gastada

se ha quedado en los ojos de los ciegos.

miércoles, 11 de mayo de 2011

I


No habrá una voz
que escape al resabio antiguo,
o una mano salvada
sin la grave cicatriz
del muro roído en tinta oscura,
la piedra manchada del mismo
poema impuro,
escrito una vez
por los vaivenes del alma,
y reescrito en el cansancio
del sentido acorralado
en la noche circular
que imponen las angostas galerías.
Aguardando tras la terrible puerta,
confundida con su hiedra,
su primer estrépito,
y la vaga medida
de una sombra que oculta
siglos y jardines y muertes,
madres de su otra sombra,
vacilando aterido,
persevera en el rumbo
del abismo inmediato al paso.
Escuchando paciente
como un silencio de planeta frío,
para dibujar en palabras
de un lenguaje de símbolos,
de los colores y los sabores,
las texturas y las formas,
símbolos también,
pero de otro lenguaje,
que avanza subterráneo,
por debajo de los años
y las páginas marchitas
de la historia acumulada,
como aguas ciegas
de un tiempo lento
invocado esta noche vanamente.